La Avenida de Mayo, tradicionalmente “la calle más española” de Buenos Aires, le hace un guiño a Dante Alighieri en uno de sus edificios más emblemáticos, el Palacio Barolo, que permite subir en poco segundos del Infierno… al Cielo. Los hermanos Miqueas y Tomás Thärigen, cuyo bisabuelo trabajó en el edificio, realizan las visitas guiadas diurnas y nocturnas por esta obra maestra de la arquitectura porteña, explicando su inspiración en la Divina Comedia del gran poeta italiano.
Las cifras hablan: el edificio mide 100 metros, como los 100 cantos que componen la Divina Comedia, y 22 pisos, como las estrofas que componen cada canto de la obra. “La planta baja y los dos subsuelos representan el Infierno; el Purgatorio va del primer piso al 14, y el Paraíso es la torre, de los pisos 14 a 22“, enumera Tomás, que recibe a las visitas vestido de época, como cualquier transeúnte de los años en que se levantó el palacio.
Los visitantes suben del Infierno al Purgatorio en ascensor, y del Purgatorio al Paraíso a pie, por un estrecho pasadizo con escaleras que llevan al punto más alto del edificio: el faro de la torre, sobre el cual se ve alineada la Cruz del Sur en los primeros días de junio, al anochecer. Pero la visita reserva, además de una historia de ribetes misteriosos que incluye el proyecto de traer aquí las cenizas de Dante -así lo querían Luis Barolo, que encargó el edificio, y Mario Palanti, el arquitecto- para protegerlas de los vaivenes de la Segunda Guerra Mundial.
Ese proyecto nunca se concretó, pero una escultura de Dante recibe aún a los visitantes en la entrada. Y, una sorpresa más, un Dante de carne y hueso también se hace presente para recitar los primeros versos de la Divina Comedia y sacarse fotos con quienes recorren el edificio, acompañados por la suave música de un violín. La subida al faro es el otro plato fuerte de las visitas nocturnas, cuando su poderosa luz se cierne sobre los edificios circundantes. Desde las ventanas de la torre, además, hay una magnífica vista nocturna de Buenos Aires iluminada.
La cúpula de vidrio, desde luego, no podía escapar al juego numérico: es octogonal, en alusión al número que representa el infinito. Pero además de los recorridos habituales, que incluyen un brindis con copa de vino etiquetado “Palacio Barolo”, una vez por semana es posible tomar clases de tango en uno de los salones del elegante edificio. Esta es una de las experiencias más cautivantes para unir la esencia de la danza porteña con el elegante marco del edificio cuya cúpula está entre las más célebres de la ciudad y de la Avenida de Mayo.
Por otra parte, a las curiosidades del edificio se suma la utilización de elementos masónicos: pisos de mosaicos blancos y negros en damero, en alusión al Templo de Salomón, un dibujo de estrellas cruzadas en el centro del atrio, las puntas de las agujas del indicador de los pisos como compases. Asimismo, los pisos de la blanca baja tienen motivos en blanco, rojo y verde, que evocan la bandera italiana y la nacionalidad de Dante.
Fuente: Perfil
Link: http://turismo.perfil.com/45465-el-dantesco-palacio-barolo-mirador-imperdible-de-buenos-aires/
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