En el techo, un fresco muestra figuras femeninas que representan a la "farmacopea" y la salud, con un libro y la llave de la vida entre las manos, triunfantes sobre la enfermedad, rendida a sus pies. Entre muebles de nogal tallados, mármoles de Carrara y mayólicas venecianas, dos grandes retratos del mismo pintor, Carlos Barberis (1793-1859), simbolizan la química y la botánica. Y se dice –se dice nomás– que hijas del caudillo riojano Facundo Quiroga (1788-1835) –pariente de uno de los antiguos dueños– y del general y ex presidente Julio A. Roca (1843-1914) –habitué de tertulias ahí– pudieron haber sido las modelos.
Como sea, hay que salir de expedición al pasado por Monserrat y San Telmo, donde hay arte e historia hasta en la farmacia.
Todo aquello está en la de La Estrella, pionera en la Ciudad, fundada en 1834 y establecida en el local actual en 1885. La llaman "museo viviente".
Pero en ese mismo espacio, en Defensa al 200, hay otro museo, a comparación, convencional: el de la Ciudad, que nació en 1968, cuando el arquitecto José María Peña –gran impulsor de la protección de la zona, el Casco Histórico, que murió la semana pasada– rescató piezas de las demoliciones por la traza de la 9 de Julio y fue completando colecciones con donaciones de vecinos (8.000 fotos y 35.000 negativos, juguetes y estufas, entre otros ejemplos).
Cuentan en la de la Estrella que las antiguas farmacias estaban frente a las iglesias para que los clientes se guiaran por el campanario. En su caso, usaban la Basílica de San Francisco (1731 y reformas). Aunque la más antigua del área es San Ignacio (1686 y reformas).
Está al lado del Colegio Nacional Buenos Aires, que nació en esa orden en 1661. Y está frente a la Librería del Colegio, hoy del Avila, cuya historia empieza en La Botica, de 1875, otra pionera en el rubro.
Cerca se encuentra la "casa mínima" (2,5 metros de frente), supuesta residencia de un esclavo liberto. Y para comer y descansar, Tilde, donde sirven platos gourmet con impronta latinoamericana (como la bruschetta Chi-pa-chó, con chorizo). Todo guarda memoria y, en general, se exhibe con amor y orgullo. El restaurante está en una casona de mitad del XIX. Lo abrió la familia Gagey-Mühlenberg en homenaje a la abuela Clotilde –por eso, el nombre del local, que era el sobrenombre de ella–, "hija de inmigrantes que corrió por esos empedrados".
Fuente: Clarín
Link: http://www.clarin.com/ciudades/Ciudad_de_Buenos_Aires-Monserrat-San_Telmo-Farmacia_de_la_Estrella-Museo_de_la_Ciudad-Casa_minima-restaurante_Tilde_0_1450055006.html
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