A esta altura del año pasado estaba recorriendo obras por la provincia de Misiones con el arquitecto Daniel Cella. Me llevó a ver la inmensa cruz que levantaron en lo más alto del cerro Santa Ana. La cruz tiene un basamento elíptico de hormigón del cual emerge unos 53 metros la imponente estructura de piezas metálicas. Con un ascensor se sube a lo más alto. Desde allí arriba, Cella me señaló un punto a lo lejos. Y me contó que era una pequeña capilla que estaba construyendo del otro lado del cerro y desde la cual se enfocaría como si fuese un catalejo la cruz en la que estábamos.
En esos días Jorge Bergoglio acababa de ser nombrado Papa. Y nosotros estábamos justamente en el increíble campo de acción de los jesuitas, la orden que lo cobija. Cella me contó las dificultades que había tenido con sus colegas “progres” para proyectar la cruz. Pero que con la asunción de Francisco las circunstancias cambiaron. Ahí, medio en serio, medio en broma, me desafió: “¿Para cuándo el número especial de iglesias?” Es Semana Santa, y por lo tanto es una buena excusa para hacer la recorrida por el Casco Histórico y alrededores, el sector de mayor densidad de arquitectura religiosa de Buenos Aires.
Empecemos por San Ignacio de Loyola, en Bolívar y Alsina, la iglesia más antigua que se conserva en la Ciudad. La esquina forma parte de uno de los enclaves patrimoniales más importantes de la ciudad, la Manzana de las Luces. Fue construida a partir del siglo XVII sucesivamente por el Hermano Juan Krauss, el Padre Juan Prímoli, los hermanos alemanes Juan Wolff y Pedro Weger y el italiano Andrés Blanqui en estilo Barroco. Hoy luce blanca, espléndida; y, por las noches, estratégicamente iluminada.
Unas cuadras hacia el norte, sobre la Plaza de Mayo, está nuestra Catedral Metropolitana. Su imponente fachada pertenece al ingeniero Próspero Catelin y al arquitecto francés Pierre Benoit quienes sobreimpusieron al antiguo templo un nuevo pórtico en estilo Neoclásico, acorde con las aspiraciones de modernidad que detentaba el país liberado de España. Para algunos su fuente de inspiración es la Iglesia de la Madeleine de París; para otros, la fachada del Palais de Bourbon.
Seguimos la visita por tres templos similares por ubicación y conformación tipológica: se encuentran en esquinas orientadas al noroeste, están retirados de la línea municipal y precedidos por una suerte de patio con rejas. Y los tres componen sus fachadas con un cuerpo principal y dos laterales.
La más austera es la Basílica Nuestra Señora del Rosario con el Convento de Santo Domingo, en Defensa y Belgrano. En su atrio se aloja el mausoleo del general Manuel Belgrano. Y en una de sus torres aparecen unos tacos de madera que representan las esquirlas de las balas de cañón de la época de la Invasiones Inglesas.
La Basílica Nuestra Señora de la Merced, en Reconquista y Perón, construida a partir del año 1732 por el arquitecto jesuita Andrés Blanqui, tiene un frente más trabajado. Remata en un frontis curvo con un bajorrelieve que representa el momento en que Manuel Belgrano ofrece su bastón de mando a Virgen María.
Más recargada aún es la Basílica de San Francisco de Asís y Capilla de San Roque, en Alsina y Defensa, hoy parcialmente cubierta por andamios. También fue construida con los planos de Andrés Blanqui entre 1731 y 1754, pero su fachada se desplomó. La actual es de 1911 y fue proyectada por el arquitecto Ernesto Sackmann en estilo Neo-barroco bávaro, con un grupo escultórico que remarca su eje de simetría con San Francisco de Asís, flanqueado por Dante Alighieri, Giotto y Cristóbal Colón.
Yendo para el oeste por Alsina y a la altura de Piedras aparece otro tipo de templo. La Iglesia San Juan Bautista, que aloja bajo el coro una cripta con tumbas de 270 monjas clarisas capuchinas, tiene una fachada en estilo Neorromámico proyectada en 1895 por el arquitecto J. M. Belgrano y luego rehecha por su colega Rómulo Ayerza.
Pero tuve que alejarme un poco más del centro para encontrar una iglesia que creo yo está más cercana al espíritu de nuestra época. En la esquina de Belgrano y Sáenz Peña está Nuestra Sra. de la Rábida, en lo que fue parte del edificio donde funcionaron los colegios Nuestra Señora de la Misericordia y el Cardenal Newman. De afuera, una construcción de color ladrillo con ventanas tapiadas en planta baja. Adentro, una simple capilla sin conformaciones espaciales jerárquicas donde uno de sus lados, vidrio mediante, da a un hermoso jardín. Esa relación con la naturaleza me hizo recordar mis mejores y más fuertes experiencias religiosas en lejanas épocas adolescentes cuando era creyente e iba de campamento con la parroquia. Esas misas que celebrábamos en un altar improvisado sobre las mochilas, con vino de misa, en paisajes maravillosos y luego de largas jornadas de caminata. Si Dios no estaba ahí, sin duda estaba toda la potencia infinita de la Naturaleza.
Fuente: Clarin
Link: http://arq.clarin.com/patrimonio/Arquitectura-religion_0_1121288252.html
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